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¿Por qué nuestro cerebro no funciona igual frente al móvil que con un ordenador?

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¿Por qué nuestro cerebro no funciona igual frente al móvil que con un ordenador?

¿Qué tienen en común un pianista profesional, un piloto de F1 o un militar veterano? Todos han pasado por largos periodos de estrés.

Y se han adaptado. Diferentes partes de su cerebro han sido estimuladas y desarrolladas a través de sus hábitos laborales. La palabra clave es plasticidad.

Son populares los estudios neurológicos en músicos que hablan de cómo distintas áreas del córtex, el hipocampo y, más abajo aún, la corteza entorrinal, se alteran en base a la actividad que se realiza con mayor frecuencia. Son las huellas de nuestra vida diaria. No en vano, la terapia musical se utiliza para combatir diferentes tipos de autismo, esquizofrenia, estrés, ansiedad social o afasia.

Nuestra vida tecnológica está fortaleciendo partes de nuestro cerebro

Las regiones del cuerpo con mayor actividad sensorial como los dedos, mandíbula, ojos o la lengua, son las que más activamente modifican nuestro cerebro. Cada una de ellas tiene un área de procesamiento específico en nuestro centro emocional: la corteza somatosensorial. Situada tras el surco central de la corteza primaria, el córtex somatosensorial es un área muy flexible y distinta en cada persona. Nuestra vida tecnológica lo está fortaleciendo como un músculo.

Tu móvil te está cambiando

Cuando paseamos tranquilamente por la calle, móvil en mano, no advertimos que estamos sometiendo a nuestro cuerpo a un ejercicio digital constante: nuestros dedos, nuestra vista, nuestra columna vertebral y, por supuesto, nuestro cerebro.

Hace algo más de un año, los especialistas Arko Ghosh, Anne-Dominique Gindrat, Magali Chytiris, Myriam Balerna y Eric M. Rouiller presentaron un amplio estudio publicado por Current Biology donde se exponía cómo el uso de nuestros dedos, en especial el pulgar, altera nuestra corteza somatosensorial. El salto a interfaces táctiles potencia esa área concreta.

La investigación, desarrollada gracias a la colaboración de la Universidad de Friburgo (Alemania), el Instituto de Neurociencia Cognitiva de Londres y el ZNZ (Centro de Neurociencias de Zurich), el cual reúne a más de 400 neurólogos, utilizó electroencefalografía para medir la actividad cerebral cortical en un grupo de 37 personas diestras, 26 de ellos usuarios de teléfono con pantalla táctil y 11 con modelos de teclado numérico antiguo. En los primeros, el uso del pulgar es mucho más acusado.

El uso del pulgar altera nuestra percepción sensorial

Ergonomía y usabilidad según la disposición de una o dos manos

Los resultados revelaron que los usuarios de smartphones táctiles poseen una mejor percepción espacial, con especial mención en el área que representa el pulgar. Y que, cuanto mayor era la frecuencia de uso, más intensa la señal.

Esta correlación recordó al equipo los descubrimientos obtenidos con violinistas o pianistas donde el uso virtuoso de los dedos es esencial para el intérprete. Con una importante diferencia: la actividad del cerebro en violinistas depende de la edad a la que comenzaron a tocar; en cambio, en los usuarios de smartphones este dato no influía.

Ratón vs dedo

Probemos nuestros reflejos: en la web Human Benchmark disponen de un interesante test para ponernos a prueba.

Nuestro cuerpo se comporta igual que cualquier aparato electromecánico

Nuestro cuerpo se comporta igual que cualquier aparato electromecánico, con su respectivo imput lag de respuesta: el ojo detecta la información y la envía al cerebro, éste la procesa e interpreta, y manda la orden al músculo flexor correspondiente.

También podéis probar este otro test cognitivo utilizando la barra espaciadora del teclado.

Lo táctil reorganiza y moldea el procesamiento sensorial

Un estudio aplicado en ratones desveló que los tiempos de respuesta del córtex visual y el córtex somatosensorial son completamente distintos.

La sesión de entrenamiento con el córtex visual arrojó datos más “estables”, más rítmicos. Cuando estimularon la zona sensorial a través de los bigotes —y que conecta con el tálamo—, la respuesta fue más inmediata, con mayores picos de intensidad. Que la tecnología táctil excite nuestro cerebro más que la mecánica es, por tanto, una cuestión biológica.

¿Y cómo se traduce esto en nuestra vida diaria? De igual manera que la escritura manual ha dado paso a la mecanográfica, el uso de tecnologías táctiles modifica nuestros hábitos.

Mientras hacemos scrolling una y otra vez, el pulgar termina por automatizar ese movimiento. El control gestual, por ejemplo, compromete cómo entendemos y analizamos el espacio.

Y nuestro cerebro, con los años, sigue modificándose: la reorganización neuronal es una constante durante toda la vida. Sólo hay que observar ejemplos de personas ciegas, que se han visto obligadas a aprender braille: igual que en los músicos, varios estudios han demostrado que los lectores de braille disponen de una mayor plasticidad cortical, reflejando mayor habilidad sensomotora.

Los especialistas Florian Göschl, Andreas K. Engel y Uwe Friese presentaron un artículo tras obtener la evidencia de que los objetos concretos son más fáciles de asimilar que los abstractos pero, a su vez, el cerebro se adapta con agilidad a estos segundos.

La tecnología háptica también ayuda a estimular nuestra orientación y rotación mental

Con menos de 30 minutos diarios de uso de un smartphone ya se obtienen resultados observables. Esto podría acercarnos a entender mejor nuestra forma de responder a los gadgets táctiles.

Otro estudio determinó que las tecnologías hápticas son potencialmente enriquecedoras de la interacción entre usuario y dispositivo, reduciendo la sobrecarga de información visual y auditiva, y estimulando nuestra orientación y rotación mental.

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