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Educación: cómo la tecnología la está transformando

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Educación: cómo la tecnología la está transformando

«Educación: El futuro está aquí. Así es como las mentes del mañana ya están siendo incubadas bajo un paradigma completamente diferente.»

Antes de la revolución digital, la enseñanza se basaba en el uso del lápiz, el papel y decenas de libros repletos de información, opacos en forma y, sobre todo, estáticos en contenido. Unos elementos que fijaban un camino muy definido para los alumnos. Yo tengo 33 años y alcancé a recibir clases en un salón de clases con un tablero verde y tiza, no había internet y menos un PC en casa, la Biblioteca con sus libros viejos y sus archivadores repletos de fichas de índice era visita obligada al menos una vez por semana.

A lo largo del siglo XXI, con la expansión de la revolución digital a todos los ámbitos de la vida cotidiana, la educación está sufriendo una progresiva transformación. Un proceso en el que se abandona el papel y el lápiz en favor de la pantalla táctil, el stylus y el teclado; y con ello, la estática metodología tradicional cede paso al dinamismo, la creatividad y la modularidad.

Incluso hasta los maestros más actualizados en sus contenidos deben debatir estos conocimientos con sus alumnos habidos de información que todo lo googlean.

Está clarísimo que la gran influencia que la revolución tecnológica está teniendo en las escuelas es una realidad, donde las necesidades de los alumnos son cubiertas con una mayor eficacia, los conocimientos son impartidos de una forma más dinámica y, sobre todo, donde las mentes del mañana ya están siendo incubadas bajo un paradigma completamente diferente.

El sistema educativo tradicional y su incompatibilidad con el siglo XXI

La educación y la transmisión de conocimientos ha sido una de las premisas básicas de la sociedad desde hace más de 2.000 años. Basándose en modelos muy arcaicos —pero válidos para las necesidades de la época—, los egipcios, los griegos y los romanos ya contaban con sistemas de transmisión de conocimientos y, por consiguiente, de educación.

En aquella época se distinguían dos grandes grupos: las enseñanzas teóricas y las enseñanzas prácticas. Las prácticas eran las más comunes: los maestros artesanos enseñaban las labores y los oficios a sus descendientes y aprendices, los cuales acabarían mejorando las técnicas de forma progresiva en el tiempo. Las teóricas eran las menos comunes, pero las más próximas al modelo actual: grandes personalidades como Sócrates, Pitágoras o Platón dedicaban gran parte de su tiempo a la investigación, la reflexión y la enseñanza de sus conocimientos a grupos selectos del pueblo, asegurando así que su legado permanecería inmóvil con el progreso histórico de la sociedad humana.

Siglos más tarde, los métodos educativos ya habían avanzado a un nivel superior. Se fundaron las primeras universidades en zonas como Marruecos, Inglaterra, Italia o España, epicentros de movimientos socioculturales de la época. Hacían un gran énfasis en temáticas como el arte, la ciencia o la historia, áreas fundamentales para el progreso de la época. Poco a poco, el sistema educativo comenzaba a tomar forma.

 No obstante, la educación estandarizada, básica y universal como la conocemos hoy en día no comenzó a hacerse realidad hasta el siglo XIX. Los diferentes movimientos éticos y sociales ocurridos durante los siglos anteriores impulsaban al ser humano a abrir la puerta del conocimiento para progresar —la llegada de la clase burguesa y sus ideales progresistas jugó un papel fundamental aquí—. Recordemos que cuando se hablaba de educación no era en un salón de clases, sino personalizada, en donde el maestro visitaba a su alumno (lo que hoy sería un tutor o asesor académico) servicio al cual únicamente tenían acceso las clases sociales altas.

«El sistema educativo actual es el resultado de varios siglos de transición progresiva y exponencial. En la actualidad es necesario un cambio en las metodologías y en los contenidos impartidos para poder afrontar con garantías el complejo y diverso futuro que nos aguarda.»

Antes de entrar en detalle y en conocer cómo la tecnología está alterando y alterará las escuelas del futuro, es necesario comprender y analizar la metodología empleada por el profesor en la actualidad. Esta se resume en dos puntos principales:

  • Enseñanza. Los conocimientos son impartidos en clase mediante la transmisión oral de conocimientos, el uso de libros de texto y, en determinadas ocasiones, de Internet. Se muestran los conocimientos al alumno, se explican más detalladamente los aspectos conflictivos del temario y se fijan una serie de ejercicios y trabajos para tratar de afianzar esos conocimientos en la mente del alumno.
  • Evaluación. En la mayoría de casos, la adquisición de los conocimientos es verificada mediante tests periódicos en los que el alumno se enfrenta a diferentes cuestiones teóricas y prácticas asociadas a la materia. Tras ello, se asigna una calificación (generalmente entre 0 y 10 o 0 y 5) que refleja el nivel de conocimiento que el alumno tiene de la materia.

Esta metodología clásica, aunque ha resultado efectiva en muchos casos, refleja numerosas carencias que llevan al alumno a la desmotivación, el desinterés y, sobre todo, a una adquisición de conocimientos muy superficial. Unas carencias que, con la llegada de la tecnología a las escuelas y, sobre todo, con la transformación digital que está sufriendo la sociedad, están acentuándose más que nunca.

estudiando con libros

Cuando se concibe la inclusión e integración de la tecnología en las escuelas, se hace, con frecuencia, de una forma muy superficial. La gran mayoría de las instituciones académicas, de los docentes y, por supuesto, de los alumnos, asumen que la integración de la tecnología en las escuelas consiste únicamente en reemplazar elementos como el lápiz o el papel por herramientas más avanzadas como la tablet, la pizarra electrónica y las plataformas virtuales.

Pero eso es únicamente la cúspide del iceberg. La llegada de estas nuevas herramientas a las escuelas debe ser acompañada imperiosamente por un cambio en el plano metodológico. Y es que el mundo en el que actualmente vivimos y, sobre todo, el inminente futuro que nos aguarda, plantea retos completamente diferentes a los que nos hemos enfrentado en el pasado. El paradigma está en plena metamorfosis, y la educación debe acompañarla.

Para esto es importante que los docentes también repiensen sus temas y cómo los transmiten y más importante aún se mantengan informados y actualizados, si bien es cierto que muchos temas continúan vigentes con el paso del tiempo, hay otros tantos que como todo en el mundo van mutando, evolucionan y a partir de esta premisa es responsabilidad de quienes educan hacerlo con relación al mundo actual y ser coherentes con el mismo es el único camino para que un estudiante «si aprenda para la vida y no para una nota»

«En un mundo cada vez más conectado, el desarrollo de aptitudes como la memoria comienza a perder valor. Los docentes deben fomentar otras aptitudes como la flexibilidad, el trabajo en equipo, la comprensión o la creatividad. Todas ellas tendrán un mayor valor en el futuro que nos aguarda.»

Un ejemplo de esta requerida metamorfosis lo podemos observar en asignaturas como Historia. La metodología tradicional se basa en la memorización masiva de conceptos, sucesos y fechas que, semanas más tarde, se deben exponer en un examen escrito u oral. Días más tarde, el trabajo realizado por el alumno obtiene una calificación concreta que certifica la correcta adquisición de los conocimientos asociados a la asignatura.

El problema de esta metodología es que la comprensión y el asentamiento de dichos conocimientos queda por completo en segundo plano. El objetivo del alumno es superar la prueba establecida por el profesor, y los docentes, en la mayoría de los casos, contribuyen con sus metodologías a ese objetivo común. No importa que el alumno olvide días más tarde lo estudiado. Tampoco importa que el alumno no extraiga nada de valor de dichas enseñanzas —más allá de fechas, nombres y sucesos concretos—. Lo único que importa es que el alumno alcance la calificación deseada, y eso se traduce en un conocimiento vacío y de escasa utilidad. Ahora bien, la intención real no es aprender de los sucesos pasados, entenderlos y desarrollar un criterio en los estudiantes que les permita aportar a la sociedad procurando no repetir episodios desastrosos en la historia – bien reza el dicho popular: «La Patria que no conoce su historia está condenada a repetirla»

Este complejo problema se agrava aún más si observamos la facilidad con la que podemos consultar información en internet. En 2017, basta con tener  un smartphone cerca para consultar cualquier suceso en cuestión de segundos. En el futuro, será aún más radical: nuestro propio cuerpo vivirá conectado a Internet, y toda la información existente en la red estará a nuestra disposición en cuestión de milésimas de segundos. Memorizar, en ese momento, carecerá de sentido. Lo importante será comprender, analizar y asentar los conocimientos de una forma más profunda y reflexiva, de una forma que realmente enriquezca al alumno y contribuya a su futuro como profesional y como parte de la sociedad. Observemos: Cuántos números telefónicos memorizas en la actualidad? – Ninguno cierto?

Esta metodología clásica, asimismo, fomenta la desmotivación del alumno y, por consiguiente, los malos resultados académicos.

¿Qué soluciones tecnológicas podemos encontrar en la actualidad?

En la actualidad, las compañías tecnológicas y las instituciones académicas continúan impulsando esta carrera tecnológica dentro del aula. Hablamos de empresas como Microsoft, Lenovo, Samsung, Apple o Google.

El gigante tecnológico Microsoft, por ejemplo, centra gran parte de sus esfuerzos educativos en el desarrollo de software y servicios que se adapten a las necesidades específicas del aula. La compañía estadounidense hace un gran énfasis en la integración de servicios como Office, OneDrive o Skype —todos basados en la nube—, los cuales permiten al alumnado y al profesorado impartir y recibir los contenidos de una forma más versátil y acorde a los tiempos actuales.

La compañía de Redmond también está experimentando durante los últimos meses con la inclusión de videojuegos como Minecraft en el ámbito educativo. La idea es fomentar la creatividad de los alumnos, la exploración y, sobre todo, el desarrollo de contenidos tradicionales de formas más innovadoras, atractivas y cercanas para el alumno. Los resultados han sido muy satisfactorios, logrando una gran motivación e interés por parte de los alumnos.

Microsoft también está haciendo grandes esfuerzos con Hololens, las gafas de realidad virtual que la compañía estadounidense introdujo en BUILD 2015. Las aplicaciones educativas de este producto son ilimitadas, y Microsoft cree que podría llegar a convertirse en uno de los pilares de la educación del mañana.

Por su parte, Samsung también está haciendo algunas incursiones con la realidad virtual —mediante las Samsung Gear VR— en el ámbito educativo. La compañía asiática trabaja junto a varios desarrolladores en la creación de entornos VR orientados a la educación, como visitas virtuales a lugares históricos, atlas anatómicos, etc. Actualmente se trata de proyectos aislados, a bajo nivel y muy experimentales..

Paralelamente a sus desarrollos con realidad virtual, la compañía surcoreana promueve su plataforma Samsung School, la cual se define como una solución única para escuelas de primaria que busquen modernizar sus metodologías y sus contenidos. La plataforma se basa principalmente en un conjunto de tablets con stylus —destinadas tanto para el alumno como para el profesor— y un set de aplicaciones preinstaladas diseñadas y sostenidas por el fabricante.

Además de ofrecer una plataforma integral para las escuelas, el gigante asiático —al igual que Microsoft— trabaja muy de cerca con editoriales y empresas educativas para el desarrollo de contenidos adaptados a la nueva era tecnológica. Se trata de contenidos audiovisuales, más interactivos, amenos y diseñados para ser multiplataforma. Y es que, tal y como señalan los docentes, es inútil abrazar la tecnología en las escuelas manteniendo los formatos y contenidos que nos han acompañado durante los últimos veinte años.

Un ejemplo sencillo lo encontramos en el abusivo uso de PDFs. Un elevado porcentaje de las instituciones académicas ha abrazado la llegada de la tecnología, pero la adaptación de sus contenidos se limita, en múltiples ocasiones, a la generación de documentos PDF o a la comunicación vía e-mail. En estos casos, la metodología de enseñanza y los contenidos siguen siendo los mismos que en el pasado. Tan solo ha cambiado la plataforma de distribución. Y eso, por desgracia, no es lo que se debe perseguir con la progresiva llegada de la tecnología a las aulas.

alumnos y smartphones

Google es otra de las compañías que más está apostando por la tecnología en los entornos educativos. Además de ofrecer una suite de servicios completa para instituciones académicas, la compañía de Mountain View ha impulsado varias tendencias durante los últimos años, entre las cuales destacan:

  • Chromebooks. Estos ordenadores sencillos y baratos se están convirtiendo en una de las grandes tendencias en los entornos educativos de los Estados Unidos. Su sencillez de uso y su reducido precio hacen que estos dispositivos se conviertan en la solución perfecta para llevar la tecnología a las escuelas. De hecho, según Gartner, más del 70% de los Chromebooks vendidos están destinados a fines educativos.
  • Training Center. Para maximizar el uso de las tecnologías de Google en el aula, la propia compañía estadounidense ofrece métodos de formación a los propios docentes. En ellos se muestra cómo hacer clases más interactivas, cómo migrar los contenidos tradicionales a la nueva era tecnológica y cómo maximizar el uso de las herramientas de Google.
  • Google Apps, también para la educación. La suite de servicios de Google (Drive, Docs, Gmail, etc.) es usada por personas de todo el mundo a diario. El entorno educativo no es una excepción.
  • La solución Classroom. La plataforma Classroom permite gestionar de forma digital todos los aspectos de un aula actual. Los profesores pueden hacer un seguimiento del trabajo de sus alumnos, ofrecerle contenidos mediante Internet, actualizar calificaciones… Todas las tareas que se realizan a diario en el aula, se pueden trasladar a la plataforma Classroom. Además, la solución se encuentra perfectamente integrada al resto de servicios de la compañía, pudiendo así interactuar con documentos de Drive, correos electrónicos de Gmail, etc.
  • GENIOS y Actívate. A un nivel más local, Google España ha impulsado dos programas conocidos como GENIOS y Actívate. En ellos se fomenta la enseñanza de la programación —esencial en el futuro que nos espera—, el emprendimiento, la formación online en nuevas tendencias, etc.

Por otra parte, Apple también está impulsando esta transición tecnológica en la educación. Además de los clásicos descuentos educativos y de determinadas colaboraciones con centros especializados, la compañía californiana ha trabajado en el desarrollo de plataformas como iTunes U y otras soluciones de software que permitan incorporar todos sus productos en los entornos educativos de la forma más sencilla e invisible posible.

No obstante, el verdadero valor de Apple en el ámbito educativo se encuentra en dos aspectos muy concretos: el impulso de la App Store y la accesibilidad de sus productos. La compañía estadounidense apoya de diferentes formas a los desarrolladores para que generen software de valor para los entornos educativos. Así, surgen soluciones como iStudiez Pro o Human Anatomy Atlas, dos soluciones de un gran valor en el entorno educativo.

«La programación, la robótica y la impresión 3D son tres de las enseñanzas más impulsadas por las compañías tecnológicas. Y es que el futuro que nos aguarda se basará, en mayor o menor medida, en estos tres pilares.»

Los tres puntos en común de todas las soluciones tecnológicas diseñadas para el ámbito educativo

La mayoría de las propuestas citadas anteriormente comparten una serie de puntos en común que reflejan perfectamente cómo es la tecnología que está llegando a las escuelas. Estos son los tres aspectos principales:

  • Modularidad. Hasta ahora, todos los alumnos han seguido un mismo ritmo en el aula: el dictado por el docente. No obstante, esta metodología puede llegar a generar diferentes dificultades en alumnos con necesidades y/o capacidades especiales (véase la frustración, la indiferencia, el desinterés, etc.). En cambio, con la llegada de la tecnología a las escuelas y su cambio metodológico, el ritmo pasa a ser marcado por el propio alumno —dentro de unos márgenes—, eliminando así parte de esa posible frustración y aumentando el porcentaje de contenidos y aptitudes desarrolladas. De esta forma, determinados alumnos pueden trabajar en una serie de contenidos mientras que otros invierten su tiempo en desarrollar o trabajar otro tipo de aptitudes.

 

  • Control total. La seguridad y la monitorización del alumno es uno de los aspectos clave en la incorporación de la tecnología en las escuelas. Por ello, todas las compañías involucradas ofrecen diferentes soluciones para monitorizar el uso que el alumno hace de estas herramientas.

 

  • Simplicidad. A pesar de la formación impartida a los profesores, la sencillez de uso es una característica esencial para el triunfo de la tecnología en las escuelas. Un software complejo limita y dificulta la penetración de la tecnología en las escuelas, provocando rechazo a las nuevas metodologías y fracasando en esta progresiva transición.
Los retos que plantea la llegada de tecnología a las escuelas

Todas estas iniciativas y programas desarrollados por las compañías tecnológicas y las instituciones oficiales se comportan como el eje central del cambio educativo que nos aguarda, abriendo así un nuevo mundo de posibilidades, beneficios y, por supuesto, barreras que solventar.

La formación del profesorado y, en algunos casos, la oposición al cambio, es una de las principales dificultades de esta transición. Tanto las compañías tecnológicas como los centros educativos con los que hemos contactado han insistido en la necesidad de formar a los docentes para poder afrontar este cambio de paradigma de una forma satisfactoria (son más del 50% los docentes que reclaman formación, según un informe realizado por Ipsos). Por una parte, se reclama una formación a nivel técnico que permita a los profesores extraer el máximo rendimiento de las herramientas tecnológicas. Por otra parte, se reclama una formación a nivel metodológico.

 Es este último tipo de formación el que más dificultades plantea, pues va mucho más allá de distribuir e impartir los contenidos mediante nuevas herramientas. Se trata de transformar el papel del profesor en el aula, el cual debe abandonar su rol de líder y fuente de conocimiento para convertirse simplemente en un acompañante que fomente la autonomía, la creatividad y el interés de los alumnos en la materia. El profesor debe dejar de ser el centro del aula para convertir al alumno en el epicentro del método educativo.

También se reclama un cambio profundo en los contenidos impartidos en el aula. El clásico libro de texto con su correspondiente boletín de ejercicios está obsoleto en todos los niveles. Las presentaciones en diapositivas, los experimentos, los contenidos audiovisuales y los trabajos de investigación son algunos de los modelos a seguir. Los contenidos deben ser más prácticos, dinámicos y, sobre todo, atractivos.

La realización de más proyectos de investigación o de trabajos cooperativos en el aula son algunos de los ejemplos de los métodos que los profesores deben fomentar en este nuevo paradigma educativo. Y es que se tratan de retos más próximos a los que el alumno tendrá que afrontar a lo largo de su vida personal y profesional.

«La memoria debe dejar de ser el eje central del sistema educativo. Con la llegada de la tecnología a las aulas, se debe dar más valor a competencias más útiles como el trabajo en equipo, la flexibilidad, la síntesis o la comprensión profunda de los contenidos. El modelo educativo debe abrazar este cambio desde sus cimientos.»

No obstante, este cambio metodológico resulta irrelevante sin una evolución paralela de los sistemas de evaluación. El sistema clásico (calificación numérica basada en una prueba oral, práctica u escrita) es incompatible con este nuevo paradigma porque excluye otros parámetros como la participación del alumno, su autonomía en el aula, la velocidad con la que resuelve los retos planteados por el profesor, el interés en la materia, su actitud en los grupos de trabajo, el progreso con el paso del tiempo… Aptitudes de gran valor en el mercado profesional, que antes no se trabajaban, pero que resultan de vital importancia para juzgar el nivel de conocimientos de un alumno.

 Para ello, empresas como Microsoft, Samsung y Lenovo ofrecen servicios tecnológicos que permiten monitorizar de forma individualizada parámetros como la velocidad de respuesta de los alumnos, su autonomía o el progreso que ha registrado durante el transcurso del periodo escolar en las diferentes materias. De esta forma, los docentes pueden tener una perspectiva más rica de sus alumnos que les permita juzgar cómo se comportan estos.

La conocida como “generación digital” no muestra dificultades en el uso de las nuevas tecnologías, pero sí en la producción de contenido mediante el uso de las mismas. Los jóvenes recurren a la tecnología para consumir contenido, pero muy pocos lo hacen para generarlo. Y es ahí donde los docentes y las instituciones deben trabajar con sus alumnos, mostrando cómo se debe utilizar la tecnología para crear contenidos de calidad.

Esta es también una de las mayores preocupaciones reflejadas por los padres de los alumnos. La tecnología es un arma de doble filo para los alumnos —especialmente en edades más bajas—. Los beneficios de una educación tecnológica son infinitos, pero siempre que se eduque a usar la tecnología de una forma responsable y sostenible.

«No solo hay que formar a los profesores para adaptar la tecnología: los alumnos también requieren una serie de nociones básicas que les conviertan en productores de contenido y en usuarios responsables de las herramientas tecnológicas.»

También se debe hacer énfasis en el uso sostenible y responsable de la tecnología. Según un informe de la OECD, los alumnos que viven ajenos a la tecnología obtienen peores resultados en las pruebas Pisa; pero ocurre exactamente lo mismo con el polo opuesto: los alumnos que hacen un uso intensivo y constante de la tecnología también alcanzan peores resultados finales en las pruebas Pisa. En cambio, aquellos alumnos cuyo uso de la tecnología se sitúa en un punto intermedio, obtenían los resultados más altos en estos tests, demostrando así la necesidad de inculcar y enseñar a los propios alumnos a utilizar la tecnología de una forma responsable y moderada.

Por otra parte, los padres plantean numerosos retos en esta transición. Además del desembolso económico que supone dotar a sus hijos del material tecnológico necesario, los padres muestran un cierto escepticismo ante esta transición. Están a favor de la incorporación de la tecnología en las escuelas, pero se muestran reticentes ante el necesario cambio en las metodologías.

Paralelamente, el reducido apoyo por parte de instituciones oficiales —cuyas dotaciones para iniciativas tecnológicas continúan siendo muy reducidas en relación al público educativo del país— es un agente determinante en la transición hacia este nuevo paradigma.

«El reto económico es el mayor de todos. La inclusión de la tecnología en las aulas conlleva una serie de retos y adversidades (tanto a nivel económico como temporal) que no todas las instituciones académicas pueden abordar de forma satisfactoria.»

No obstante, el mayor de los retos que plantea la llegada de la tecnología a las escuelas se encuentra en el plano económico y temporal. Formar a los profesores, adaptar la metodología de una forma satisfactoria, generar nuevos contenidos y encajar todas las piezas conlleva un alto desembolso económico y, sobre todo, tiempo. Este sacrificio, unido a la negativa de muchos docentes e instituciones de alterar sus métodos, es, sin lugar a dudas, el obstáculo más difícil de sortear.

La posibilidad de formar alumnos de la mejor forma posible y generar profesionales capacitados, no solo para desarrollar su profesión, sino también para pivotar y adaptarse al volátil futuro que nos aguarda, justifica todas las inversiones realizadas.

Una postura similar adquieren las compañías tecnológicas: Todas sostienen que la mejor forma de influir en la sociedad es mediante la educación, y la tecnología debe jugar un papel fundamental en ella. Por lo tanto, toda la inversión temporal y económica realizada en este tipo de programas está indudablemente justificada.

Este tema tiene tanto de largo como de ancho, en otros artículos de esta serie hablaremos de beneficios, retos en la universidad y cómo todo tiende cambiar en un mundo que demanda ciertos conocimientos y cómo las nuevas generaciones (dentro de las cuales está la masa crítica de los millennials) ya no optan por extensos pensums académicos y largos años en una universidad y cada vez son más adeptos de Moodle, Coursera, Platzi, NextU, entre muchas otras plataformas que ofrecen conocimientos concretos en un área de desempeño con lo cual salen «listos» para ser fuerza laboral con conocimientos en la materia.

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