rocco mi perro eterno

Rocco, mi perro eterno.

Aplacé escribir este post hasta el día en que cumplió un año de fallecido mi perro, mi gran amigo, porque la herida no cierra, espero, no con el paso del tiempo quizás, pero si con ejercicios como escribir, me sirvan para decantar un dolor que se fijó en un corazón roto muchas veces que no he logrado pegar en esta ocasión.

 

Pero para hablar de Rocco, al que todas las personas cercanas y amigos conocieron y saben de la importancia que tiene en mi vida, tengo que darles un poco de contexto para que se entiendan varias de las conclusiones que voy a entregar en este escrito sobre cómo pienso y percibo su presencia en mi vida y por qué para mi, es más importante que muchas de las personas que vienen por defecto empaquetadas en nuestro camino.

Rocco, mi primera mascota

Soy el mayor de 3 hermanos de una familia que podríamos considerar promedio en nuestro país, con sus dos padres y los hijos, pero no tuvimos mascotas, mis padres nunca lo permitieron, y así como con otras limitaciones de nuestra infancia y adolescencia, la consecuencia en muchos casos natural es desbordar estos anhelos cuando tenemos el poder de decisión cuando ya crecemos, pasa con los TVs, los relojes, y otras situaciones de las que fuimos privados por x o y, y que son las primeras que se nos ocurre apasiguar cuando ya tenemos los medios.

En mi caso, crecí viendo TV en un solo aparato, lo que nos dejaba entre ver a nuestro padre viendo futbol (uno queriendo ver matachitos) y nuestra madre viendo novelas (maña que aún conservo, novelero por herencia) ahora entonces, tengo varios TVs en casa, y varias pantallas en mi pc (4 para ser precisos).

 

Pues bien, viendo otras familias con sus mascotas, incluyendo un primo cercano que fué hijo único, acompañado de su perro, despertaba en mi un añoro de tener mi mascota, un compañero cariñoso con el cual jugar y demás. Sólo hasta los 30 decidí tener mi primera mascota, y así llegó a mi vida Rocco, que me cabía en la mano, y que en su momento, no tenía ni idea de lo que estábamos por compartir durante 10 años, a mis 40 en la actualidad (a meses de los 41), sigo viendo en retrospectiva que el perro me acompañó una década, la más movida y crucial en mi existir hasta el momento, poco menos de 1/3 de mi presencia en este planeta.

 

Cuando llegó, su ternura, su chispa y sus muelas se hicieron sentir llenando la casa de alegría y uno que otro sobre salto, literalmente le sacó punta a las sillas del comedor, se comió unos cuantos cables y hasta unas cajas de equipos de tecnología que en su momento había importado para mi empresa. Para terminar de aterrizar este apartado, Rocco vivió 10 años, de los casi 15 que tiene mi única hija y los 14 que tiene mi primera empresa, así las cosas, el perro estuvo en muchos momentos cruciales en mi desarrollo como persona.

Rocco, su huella en mi vida
rocco mi perro eterno

A medida que crecemos, la vida nos comienza a ofrecer sin previo aviso desafíos en ese proceso de enseñanza, para mi, como la vida de todos uds, estimados lectores, ha sido una montaña rusa, muy vertiginosa de por si, por mi personalidad y ambiciones, adicto al caos y a la disrupción, no me gusta mucho el quedarme quieto.

 

Ahora, el perro llegó a mi casa en el marco de un hogar que sólo duró 5 años, en retrospectiva Rocco ha sido enviado a mi vida como un bastón, el cual iba a necesitar en repetidas ocasiones, en el primer suceso, el divorcio, con el cual, pasé de estar en una casa con mi hija, su mamá y dos mascotas a quedarme solo con mi perro, de hecho, como muchas cosas en mi vida las cuales se hacen a la inversa, no fui yo quien se marchó, así las cosas fué muy duro quedarme en el entorno, el mobiliario y demás sin mi hija, mi negrita fué y ha sido mi talón de aquiles, y en esa etapa de mi vida, Dios y mis creencias fueron puestas a prueba, a tal punto, que Rocco fué mi terapeuta en su primer turno al bate. El perro se convirtió desde ese momento en mi compañero de vida, para las buenas y para los no tan buenas, y 10 años después, puedo seguir afirmando que ha sido el ser vivo que más me ha visto llorar.

 

En aquella época y por única vez en mi existencia, pese a siempre haber tenido una vida llena de desafíos y sufrimientos, nunca he pensado en acabar con el sufrimiento por la vía rápida del suicidio, excepto 1 día, intentaré ilustrarlo lo mejor que pueda: Llevaba 4 meses viviendo solo en un piso 12, cruzando la calle, vivía mi hija, en casa de su abuela, un tercer piso del cual veía la ventana de la sala desde mi balcón. Una noche, llovía tremendamente y yo estaba muy triste, y desde el balcón de mi apto, veía a mi negrita a la distancia, una corta distancia de vista cuyo pensamiento único en ese momento fué: Ya no soy parte de su vida, me volví parte del paisaje (como en esos sueños agobiantes que nos despiertan con una sensación de impotencia) y la veía ahí, haciendo tareas sin mi, y esa noche pensé y sentí con apuro simplemente el saltar del balcón, mi corazón me dolía mucho, y ese pensamiento me embargó durante un rato mientras seguía lloviendo.

 

Le debo a mi perro, el cual, como muchas otras veces y creo que la primera en que fuí conciente que lo hacía, se posicionó a mi lado, me pisó el pie con su pata y comenzó a llamar mi atención sin nada distinto a su presencia imponente de forma incansable hasta que le prestara atención, atención que terminaba con abrazo y consentimiento que desconectaba todo sufrimiento, estrés o desazón que pudiere estar sintiendo, ahí comenzó a tener un valor infinito mi perro en mi vida, porque la salvó, me salvó desde aquella noche y en lo sucesivo, aunque ya no con estos pensamientos, siempre terminó siendo mi conserje de sentimientos, mi polo a tierra y mi consejero sin tener que pronunciar una sola palabra.

 

Podría citaros una centena de situaciones emocionales que viví con él, pero mejor escribo un libro en honor a él y de su importancia, como seguramente la de todas las mascotas que los están acompañando en sus vidas y que en ocasiones no se valora o pondera con suficiencia por el hecho de ser «animales», pero debo decir, que los animales somos nosotros, los malos y vacíos somos nosotros, ellos, dan la vida por nosotros, y dejan un legado muy fuerte e inborrable en nuestro ser.

 

Pero si quiero decirles, que el compartir con mi perro rodeó los ires y venires de la vida del emprendedor, hacer empresa y lo que conlleva no es fácil, las mudanzas, los sentimientos de soledad y abandono de más de 8 años soltero, los problemas múltiples que mi papá incansablemente traía a mi vida, los tratos no tan buenos de mi mamá, y así un sinfín de situaciones que muchas veces son complejas de vivir y nos decepcionan, pues mi perro siempre estuvo ahí para curarme, para darme motivos para seguir y recargar una energía muchas veces vaciada por los golpes injustos o no, que la vida nos acierta.

Rocco, el pegamento de los trozos rotos de mi corazón

Con él compartí hasta el montar en moto, en salir a pasear e incluso tener compañía, antes que conseguir pareja y correr a llenar la casa de serer humanos, la llené de perros y gatos, mientras él vivía, alcanzamos a ser 20, 4 gatos y 16 perros, hoy, mayo de 2025, somos 3 y 10. Rocco estuvo como indiqué en una conferencia de Fuck-up, que en una de las crisis de la empresa, teníamos solo galletas saltinas para comer ellos (Paco el pug, él y yo) cuando solo eramos 3 por allá en el 2016. Ahora en 2022 finalizando año murió mi nonita Domitila, la mamá de mi mamá, hasta ahora, el que siento y pienso como el único ser humano que me ha amado como soy y por lo que soy, quien era mi refugio y protección en tiempos complejos. En ese momento, mandé todo a la mierda, incluyendo un grupo de practicantes irresponsables y mañosos, además de lo que era el primer hito de certificación en calidad (CMMI en dos vistas) sin importar nada más que lo que siempre prediqué en mi empresa, somos ante todo humanos, así como todos los colaboradores tienen permiso de ir a llorar hasta sus tusas, yo quería mi duelo, llorar a mi nona y pensar en cómo reparar mi corazón.

 

Y allí estaba mi perro, como en muchas ocasiones, una vez más fué el pegamento de los trozos que quedaron esparcidos de mi corazón roto, lleno de cicatrices pero aún palpitante y lleno de amor y pasión por todo lo que hago. A partir de ahí comenzó un terremoto de cambios y situaciones que han demandado de mi todo el foco y concentración para sobrellevarlos, buscar la forma de certificarnos, remendar lo hecho, defender y pedir castigo por las cagadas de estos practicantes, que aprovecharon como nadie más lo hizo, de manera ruin mi momento de debilidad para justificar su proceder de mala fé. Y ahí estaba mi perro, intentando hacerse ver para que yo no hiciera arder el mundo y tratara de seguir adelante.

 

Así continuamos navegando todo el 2023, entre estrés y muchos putazos, pero él me ayudó a sanar y a mantenerme sobre todo, como el ser humano que él amaba, la parte buena de mi, aún cuando la noche fué mas oscura adportas de la certificación (1 año después en la recta final de nuevo) y que a mi hija adolescente le dió por trastonar todo el diciembre de ese año. Pues bien, finalizando enero de 2024 lo logramos, nos certificamos, compuse muchas cosas que estaban complejas y normalicé la situación con mi hija.

 

De todo el terremoto habían quedado muchos escombros y entonces pensé que el 2024, en medio de extrañar a mi nonita, de mantenerme en el camino trazado era el plan del año… hasta que todo cambió.

Rocco, el final inesperado

A pesar que desde 2023 le diagnosticaron ceguera a causa de glaucoma, lo cual fué para mi un golpe al hígado pensando que iniciaba «oficialmente» el declive de mi perrito, me llenaba de dolor pensar que:

  • Iba a comenzar a sentir dolores y achaques propios de la edad, lo cual siempre he pensado, es lo difícil de envejecer, el camino a morir a veces es más empedrado.
  • Que tarde o temprano mi perro me iba a dejar, y no estaba listo ni pensante de cómo iba a ser mi vida después de él.

Y como conozco casos de perritos que llegaron a muy avanzada edad, en condiciones de bienestar ya muy lamentables, no quería eso para él, porque lo único que tenía para ofrecerle, era generosidad igual que él, no ser egoísta (como cuando me despedí de mi nonita) es más importante no alargar el sufrimiento, pero me daba pánico vivir esa escena de despedirme y acompañarlo cuando lo duerman.

 

Pero mi perro me sorprendió, aprendió a vivir en su espacio (una casa campestre muy amplia) al principio se estrellaba hasta con su sombra, ya luego caminaba con mucha solvencia con saltitos, incluso cuando dabamos paseos me tropezaba pero intenté ser su lazarillo, porque así como él siempre fué una luz en mi vida, yo quería guiar la suya. El tiempo nos dió 1 año más de compartir, de aventuras y hasta el espacio de vagabundear y que me dejara hijitos, los cuales siempre fueron esquivos por no conseguir una perra para él. Así las cosas, en Agosto de 2023 nacieron sus hijos, casualmente puras hembras y dos machitos, en el caminar de estas artes que yo desconocía, entendí cómo es la lucha por la supervivencia y en los primeros meses de una camada de 13 perros (2 nacidos muertos) terminamos en el cuarto mes con solo 6, 1 macho y 5 hembras, de las cuales he dado en adopción a familias muy merecedoras 2 de ellas, y conservo 2 cachorras y el Jr. Una de ellas fué el regalo de cumpleaños de mi pareja.

 

Y así llegamos a una mañana muy soleada, como cualquier mañana en mis hábitos, el sábado 18 de mayo de 2024 bajé como todas las mañanas, salí al jardín, comencé a sacar a la manada ya que no todos dormían en el mismo lugar, y cuando llegué a la habitación que compartía Rocco con los dos pugs y otro golden, salieron todos menos él, sin poderlo creer me acerqué y lo encontré sin vida, en el rinconcito de la habitación en donde murió, lejos del segundo piso y debajo de mi cama en donde durmió por elección de el mismo casi toda su vida y que desde que se apagaron sus ojitos no quiso seguir compartiendo conmigo, lejos de mi, mi perro no se despidió, seguro pensó que ya había hecho todo lo que tenía y debía hacer conmigo en este plano, seguro pensó que mis bolas no iban a alcanzar para que, llegado el momento, tomara la decisión de dormirlo.

 

Sé que en la muerte no nada bueno, solo el descanso, y como mi forma de ser es la de ver el vaso medio lleno, solo puedo agradecerle a Dios por haberme permitido compartir 10 años de mi vida con el mejor perro del mundo, también agradecer que pese a su ceguera, murió enérgico, feliz y juguetón, porque hasta el día anterior a su muerte, estuvo parado en la ventana quitando a los demás para pedir su galletita o el corazón de la manzana que quedó de mi jugo de mañana.

Rocco, Gracias y te amaré siempre

Ahora, un año exacto después, pues él tendría 11 años, pero no está, solo está en mi corazón y mi inigualable y vívida memoria, reposa en una cajita aquí en mi oficina sus cenizas + una bolsa de pelito que le quité + un sinfín de fotos en redes sociales y en mi pc de él, de todo lo vivido y lo sufrido.

 

Hoy, puedo rescatar la importancia que una mascota puede tener en la vida de su amo, porque no fué mi mascota, fué mi horrocrux, mi parte noble, mi mejor amigo, un saco de pelo lleno de amor para dar y compartir de forma generosa, cada que me acuerdo de él como en este momento escribiendo esto, me falta la respiración y me duele el alma, se me llenan de lágrimas los ojos al punto de no poder ver, lo recuerdo con mucho dolor pero a la vez con mucha gratitud. Como inicié el escrito, puedo decir que esta herida no ha podido cerrar porque no encuentro todos los pedazos, y porque no tengo la fortaleza suficiente para autorepararme, porque seguramente me falta lo más importante para pegar los pedazos que me dejó su muerte… el pegamento que era siempre él.

 

TE AMO ROCCO Y ESPERO DESDE EL FONDO DE MI CORAZÓN QUE HAYA UNA VIDA MÁS ALLÁ DE LA MUERTA Y QUE EN ÉSTA NOS VOLVAMOS A ENCONTRAR, PORQUE ESTE HOMBRE ROTO TE EXTRAÑA TODOS LOS DIAS DE LA VIDA.

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