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Muerte: recuerda que hay que vivir la vida.

Muerte: recuerda que hay que vivir la vida.

Si no nos gusta hablar sobre la muerte siempre podemos aprovechar para hacerlo sobre la vida.

Mis allegados siempre me han regañado y criticado de manera aireada mi siempre presente tema sobre la muerte tachándome de trágico, ridículo o lastimero, la verdad es que desde mis 20 años la tengo siempre presente, no porque me encuentre en peligro de muerte o tenga una enfermedad terminal, pero en ocasiones se acerca y es inevitable para mi pensar en lo que realmente importa: la vida, lo que hice, lo que quería hacer y lo que si mueriera no alcancé a hacer.

Nadie piensa en eso, todos pensamos que tenemos el tiempo comprado y de repente la luz de nuestra existencia se apaga. Es extraño evaluar esto y reflexionar sobre un tema oscuro y prohibido como es la muerte, más cuando en mi vida personal no he sufrido la pérdida de un ser querido, parece que todos son inmortales, me alegra que sea de esta forma y salvo por una excepción, quisiera que ellos me enterraran a mi y no ser yo quien dé el último adiós.

Definitivamente no se debe prometer lo que no se cumplirá, no se inicia nada que no se quiera llevar hasta buen término, no se responde enojado ni demasiado contento.

La vida se debe vivir con locura y a la vez con mesura, no se puede ir por ahí haciéndole perder el tiempo y esfuerzos a las personas cercanas.

Hay que aprender a escuchar más al instinto y menos a las palabras dulces de los demás. El instinto siempre procura protegernos.

Por lo demás, hay que seguir tomando riesgos en esta aventura llamada existencia, sin tropiezos sería muy aburrido, no sentiríamos ese vacío en el estómago que nos da el miedo a que todo salga bien.

Nunca va a salir todo bien, lo importante es salir vivos, ya lo demás lo encontraremos con madurez y sabiduría, esa que dejan las cicatrices en el cuerpo y en el espíritu.

Les falta aprender a ser serios, si van a jugar en juego de adultos hay que comportarse como tal, no todos estamos hablando para perder el tiempo, ese que es tan valioso y nunca vuelve.

Nunca subestimes la importancia de pasarlo bien.

¿Qué he perdido en las últimos años? Personas, claro, lugares y la energía ilimitada de mi juventud. Y estoy empezando a perder independencia, y eso me asusta. (…) ¿Qué he ganado? Libertad.

Ya no tengo que demostrar nada. No estoy atrapado en la idea de quién fui, de quién quiero ser o qué esperan los demás que sea.

Steve Jobs – dijo en su famoso discurso en Stanford: para mantener el hambre de vivir.

Si dices que ganar dinero es lo más importante te pasarás la vida malgastando tu tiempo. Estarás haciendo una cosa que no te gusta para seguir con una vida que consiste en hacer cosas que no te gustan. (…) Es absolutamente estúpido pasar el tiempo haciendo cosas que no te gustan para poder seguir haciendo cosas que no te gustan y enseñando a tus hijos a seguir el mismo camino.

¿Por qué hablo de los beneficios de fracaso? Simplemente porque el fracaso significa librarse de lo no no esencial. Dejé de fingir que era otra cosa y comencé a dirigir toda mi energía a terminar el único trabajo que me importaba.

Si hubiera tenido éxito en cualquier otro ámbito, nunca podría haber encontrado la determinación para triunfar en el terreno al que yo creía que pertenecía de verdad.

Era libre, porque mi mayor temor se había hecho realidad y todavía estaba vivo, y todavía tenía una hija a la que adoraba, y no tenía computador pero si una gran idea. Y así tocar fondo se convirtió en los cimientos sobre los que reconstruí mi vida.

Las triviliadades pueden tener una importancia de vida o muerte.  Si realmente aprendes cómo pensar, cómo prestar atención, verás que hay otras opciones. Lo único cierto es que eres tú quien va a decidir cómo vas a intentar verlo.

Esto, a mi juicio, es la libertad de una verdadera educación, la que le he querido dar a mi hija Valentina, de aprender a cómo estar bien configurado. Puedes decidir conscientemente qué tiene sentido y qué no desde la misma decisión de comerse o no un helado, así podrá regir los destinos de su vida basada en criterios propios de su personalidad y carácter, como su papá, que mi ejemplo para ella sea ese, de saber en dónde está parado y cómo lograr seguir de pie pese a que las adversidades insistan en arrodillarlo, esto es convicción motivada por valentía y erigida por el coraje.

Hace poco leía en internet que la gente teme comer para no engordar, teme correr para tropezar, no se tatúa porque «es para la toda la vida», cómo si ésta fuera eterna.

Al final de algo moriremos, que no sea por falta de vivir…

 

Dedicado a mi hermana Mónica, a mi hermano Gustavo, a mi compadre Jorge, mi amigo Sergio y a mi hija Valentina.

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