¿Es usted resiliente? Se puede y es necesario volver a empezar
Si es la primera vez que le preguntan si es resiliente, felicidades, porque es probable que nunca haya tenido que afrontar una gran adversidad.
Si es la primera vez que le preguntan si es resiliente, felicidades, porque es probable que nunca haya tenido que afrontar una gran adversidad, ni que haya hecho terapia, ni que haya leído desesperadamente volúmenes de poesía buscando consuelo, o ensayos sobre lo terrible que hay en el ser humano o incluso libros de autoayuda. Quizá le suene la palabra, tal vez haya escuchado decirla a alguien en la televisión, o en un anuncio. Tal vez no se haya atrevido a decir que no sabe qué significa.
La resiliencia tiene algo de superpoder, de escudo donde el mal rebota. No es indiferencia, tampoco dejadez, sino un conjunto de capacidades y habilidades que permiten que, cuando la adversidad se instala, uno sepa sobrellevarla e incluso, superándola, convertirse en alguien más fuerte todavía. El término alude precisamente al salto, resilio, en latín significa «volver atrás, resaltar, rebotar», según se lee en la investigación Mecanismos neurobiológicos de la resiliencia, elaborado por el Instituto Científico Gador, de Argentina, donde se desarrollan proyectos clínicos que mejoran el día a día de aquellos a quienes la vida se ha llevado su bienestar por delante.
Prosigue el informe: «Las ciencias sociales usaron el concepto de resiliencia para caracterizar a personas que a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo se desarrollan psicológicamente sanas y exitosas. Posteriormente, la resiliencia fue definida como la habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva. En la literatura contemporánea se denomina resiliencia a la habilidad individual para prosperar ante el desafío de una experiencia estresante y/o traumática».
¿Se puede volver a empezar? ¿se pueden juntar las cartas, mezclarlas y volver a dar? ¿Podemos levantarnos y volver a caminar, aún temiendo que podamos tropezar?
“Vale la pena volver a empezar” y desde entonces resuena en mí la pregunta ¿a pesar de todo, se puede volver a empezar? Claro que sí, se puede, y al igual que muchos personajes históricos todos podemos volver a empezar. Tener el coraje de recuperar las fuerzas, las ganas y las esperanzas de poder avanzar. De eso se trata aprender a crecer, ser responsables de lo que nos pasa, y evolucionar.
Nuestra vida, personal, laboral, social son un maravilloso campo de experiencias donde permanentemente podemos aprender de aquello que elegimos transitar. “Tener la capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas” es lo que se conoce como RESILIENCIA.
La resiliencia es parte de un proceso evolutivo que debería ser promovido desde la niñez. Todas las personas podemos frustrarnos completamente, darnos por vencidos ante un error o volver a intentar. El problema es que volver a empezar supone muchas veces arriesgarnos a salir de nuestra zona de letargo, de ese espacio en que el dolor o el fracaso prácticamente se nos han hecho carne. Algunos, hasta tememos perder nuestra identidad. Si no soy “el accidentado”, “el enfermo”, “el abatido”, “el perdedor”, “el desempleado”, “el enojado con la vida y el país”… si no soy el que siempre se equivoca, entonces ¿quién soy?.
Es más fácil quejarnos de todo lo malo, lo doloroso y lo difícil que hacernos responsables de lo que a cada uno le toca, y nos toca CAMBIAR. Es más cómodo decir que este país no va a mejorar, que buscar el modo de hacer que las cosas cambien desde mi lugar. Es más simple criticar a los empresarios y “oligarcas” que ser un emprendedor capaz de animarse y jugarse al cien por cien aportando aquello que cada uno sabe hacer.
Comprometerse con uno mismo, comprometerse en lo pequeño, comprometerse en primer lugar con aquello que pienso acerca de lo que hoy me pasa, resulta aún más imperioso y fundamental. La mente es nuestro primer espacio de convivencia, el lugar desde el cual creamos nuestra posibilidad o imposibilidad.
Si cada uno se hiciera responsable de cuidar cómo está pensando y en qué está poniendo toda su energía, quizás, lo que nos sucede podría comenzar a cambiar. Hoy más que nunca necesitamos personas capaces de superarse; niños, jóvenes y adultos convencidos de que no sólo es posible si no que, sobre todo, es necesario VOLVER A EMPEZAR.