El talento como sistema nervioso de la Transformación con IA
Hace un tiempo en mi ciudad con el boom de la IA, se comenzó a hablar mucho de la necesidad imperiosa que las organizaciones adoptaran soluciones basadas en IA (particularmente en la IA más flojita… la generativa), pero esto surcó el cielo de las inquietudes: Quién vende o desarrolla o tan siquiera trabaja con IA? Qué se podría hacer con IA? En dónde queda la academia en esta ecuación? Y ahí es cuando todo se desinfló más pronto que un globo en piñata. Y lógicamente el tema tiene tanto de largo como de ancho y no se debe tomar a la ligera, ni caer en modas ni nerviosismos.
Hoy leía un artículo de McKinsey titulado “Building the AI muscle of your business leaders”. La metáfora es poderosa y acertada: la IA es como un músculo que los líderes deben ejercitar para que la organización sea ágil, fuerte y competitiva. Habla de la necesidad de alfabetización digital, de experimentación práctica y de integrar la IA en la estrategia central del negocio.
Sin embargo, al reflexionar, sentí que había una capa aún más profunda y crítica que explorar. Un músculo, por muy desarrollado que esté, no se mueve por sí solo. Responde a las señales de un sistema nervioso complejo y sofisticado. En la transformación empresarial, ese sistema nervioso es, sin duda, el talento humano.
La tecnología, por sí sola, no transforma nada. Es el talento el que la adopta, la cuestiona, la adapta y la dirige para resolver problemas reales. Por eso, mientras las empresas invierten en servidores, algoritmos y licencias, la pregunta crucial debería ser: ¿Estamos invirtiendo de manera equivalente y estratégica en el sistema nervioso que dará vida y propósito a toda esta potencia?
El talento como actor movilizador: Tres capas indispensables
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Los líderes como «Cerebro» y «Corazón»: El artículo de McKinsey se centra en ellos, y con razón. Pero más allá de «tener músculo», los líderes deben ser el cerebro estratégico que conecta la IA con el propósito del negocio, y el corazón cultural que inspira la adopción. Su rol no es solo entender la tecnología, sino crear un entorno de psicología seguridad donde el equipo pueda fallar, aprender y experimentar sin miedo. Sin este liderazgo valiente y orientador, el «músculo» se atrofia por desuso o se aplica de forma errática.
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Los equipos transversales como «Sistema Nervioso Central»: La verdadera apropiación digital no ocurre en silos aislados de TI. Ocurre donde convergen el conocimiento del negocio y las posibilidades tecnológicas. Necesitamos fomentar equipos híbridos: el analista de marketing que co-crea con el científico de datos, el ingeniero de operaciones que colabora con el especialista en automatización. Estos equipos son los encargados de transmitir los impulsos estratégicos del liderazgo a todas las extremidades de la organización, asegurando que la IA se aplique donde realmente duele y agrega valor.
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La base organizacional como «Sistema Nervioso Periférico»: Finalmente, está la mayoría: todos los colaboradores. La transformación profunda exige una alfabetización digital generalizada. No todos necesitan programar modelos, pero todos deben desarrollar una mentalidad digital: saber qué puede hacer la IA por su trabajo, identificar oportunidades de automatización, sentirse cómodos con datos y trabajar junto a herramientas asistidas por IA. Aquí, la capacitación masiva y el aprendizaje continuo son la clave para que todo el «cuerpo» reaccione y se adapte al nuevo entorno.

Habilidades del nuevo ecosistema: Más allá de lo técnico
Invertir en este «sistema nervioso» significa cultivar un nuevo conjunto de habilidades:
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Crítica y pensamiento ético: La capacidad de cuestionar los resultados de un algoritmo, identificar sesgos y entender las implicancias éticas de su uso es, quizás, la habilidad humana más importante en la era de la IA.
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Curiosidad y aprendizaje ágil: La tecnología evoluciona a diario. El talento debe tener hambre de aprender, desaprender y reaprender de forma constante.
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Colaboración en la diferencia: La capacidad de tender puentes entre mundos (negocio vs. tecnología, datos vs. intuición) es lo que genera innovación disruptiva.
Construir el «músculo de IA» es indispensable. Pero es una inversión incompleta si no va acompañada de una inversión paralela y aún más estratégica en el sistema nervioso de talento que lo comanda.
Las empresas que liderarán la próxima década no serán solo aquellas con la mejor tecnología, sino aquellas que hayan logrado activar, conectar y potenciar la inteligencia colectiva de su gente mediante estas herramientas. Que hayan entendido que el verdadero «activador» de la transformación no es un algoritmo, sino la persona que, con criterio, creatividad y propósito, decide apretar el botón.