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Los monstruos que habitan en mí

Los monstruos que habitan en mí

Estamos habitados por una multitud de voces que algunas veces nos carcomen:
Los monstruos que habitan en mí toman muchas formas, y últimamente se alimentan de las ganas del mañana.
Algunos son enormes y antes atacaban con el miedo, hoy su arma favorita es la resignación.
Tengo 32 años y gran parte de mi vida intenté combatirlos, reprimirlos, controlarlos antes que ellos lo hicieran conmigo, sin embargo, entendí que definitivamente nuestras partes oscuras son parte integral de nuestro yo esencial, entonces en lugar de contradecirlos y conflictuarme los enfoco y le saco provecho, he logrado soltar un gran potencial en mi que sigo descubriendo y me siento contemplativo en mis introspecciones y sonrío al ver cuán completo soy, que puedo ser cada día mejor y que los límites no existen, al menos no para la mente que es lo que gobierna el resto.

Cuando fallamos en algo importante nos queda un sabor amargo y una opresión en el pecho, sin embargo, inevitablemente comenzamos la búsqueda del culpable, de qué salió mal y nuestra naturaleza humana siempre busca afuera, yo, por el contrario me alejo un paso atrás y comienzo a buscar adentro.

Es un ejercicio doloroso, rara vez nos gusta o encontramos algo bueno en ello, al menos no en la parte en que erramos, pero siempre hay que sacar el aprendizaje que la experiencia dolorosa deja escrita en nuestra mente y corazón.

En mi caso particular, la montaña rusa de sentimientos que transitan por mi cotidiano no me hace una persona inestable emocionalmente pero tampoco madura, hace que sea un ser humano intenso, en lo que respecta a esta definición, no me queda tiempo suficiente para quedarme atrapado en una soberbia, o en un momento de dulce alegría y mucho menos en uno de profunda tristeza, me conozco, sigo aprendiendo de mi y en este caminar he descubierto que no tengo limitaciones y me he convertido en alguien que en muchas circunstancias temí ser, pero volviendo al párrafo del comienzo, los demonios no se combaten, se aprende a convivir con ellos, nacimos con ellos adentro y moriremos igual.

No soy una persona de odios, el rencor es para los flojitos, no siento envidia por nadie, por el contrario, indistintamente si es o no, una persona de mi agrado me alegra cuando les ocurre algo positivo en su vida, en mi no aplica ese dicho popular que reza: «No soy envidioso, me gusta ver a mis amigos bien, pero no mejor que yo». FALSO, a mi me alegra como personales los logros de mis amigos, los pocos que tengo me produce mucha alegría que cosechen triunfos producto de sus esfuerzos.

En lo que me convertí lo definiría en SALVAJE, mi espíritu emprendedor me ha llevado en poco más de 6 años con la empresa que fundé a lugares y reconocimientos que no esperé obtener, pero si estoy seguro en ser un perro de presa, mi «salvajismo» en los negocios hace que sea agresivo, persistente y muy resiliente en los proyectos en los que me embarco siempre dando el 120% de mi y mi equipo de trabajo en cada proyecto.

Sin embargo eso no me ha convertido en una persona fría, muy frecuente y hasta necesario en el mundo de los negocios, considero que esa calidez del corazón así duela cuando te pagan mal no debe dejar de estar, pienso que sin amor el mundo no se movería hacia adelante.

La ira mezclada con coraje y un temperamento propio de mi región son mi principal demonio, pero siempre que lo he intentado apasiguar he sufrido, y no en el intento de hacerlo, sino en los resultados obtenidos al volverme vulnerable, y es así como pienso que definitivamente existe dentro de mi para protegerme, para llevarme con fuerza a levantarme cada que la vida me da palo.

Cuando logré entender y asumir esto le comencé a sacar provecho y a convivir con mi fuerte temperamento, el cual, para las personas que comparten conmigo es imposible que aflore en mi tal bestia, puesto que soy extrovertido, carismático, positivo resumiendolo en «buena onda» casi siempre ofrezco una sonrisa y hago reir, con lo cual soy el alma de las reuniones sociales en las que participo.

Mi bipolaridad es otro de mis demonios, y no hablo de la patología mental que sufre la humanidad incluso un ser muy querido y muy cercano dentro de mi familia.

Yo la asumo como esa imposibilidad de asumir una parcialidad sobre la vida en todo lo que la compone, soy de extremos insospechados, muy disciplinado y responsable pero al tiempo loco e impulsivo, sé vivir con esto y le saco el jugo.

Por ejemplo, en este momento estoy cansado del ritmo de la semana pero sentí ganas de escribir, pensé que este post sería corto pero creo que voy por mitad, así que lo dejaré hasta aquí de momento.

Finalizando con un pensamiento muy mío: la vida es como la vivas, no te detengas por temor y no la vivas sin el mismo. Caminar es importante.

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